D. Ramón Reta Munárriz

Breve historia de la Hermandad

Fuente bibliografíca D. Ramón Reta Munárriz Ex-Prior de la Hermandad de la Paz y Caridad

La Hermandad de la Paz y Caridad, es una institución secular creada con el fin humanitario y religioso, de atender a los reos condenados a muerte, desde que se les comunicaba que se iba hacer efectiva la pena de muerte (eran pasados de la celda a la capilla de la cárcel, de ahí viene “estar en capilla”) hasta su ejecución y posterior enterramiento.

 

Esta Hermandad es tan antigua como desconocida, pocas personas que no sean muy mayores habrán oído hablar de ella. A día de hoy todavía existe, gracias a Dios, sin su principal motivo de existencia, asistir a los reos. En la actualidad y desde 1883 cumplimos fielmente con el encargo que nos encomendó el Ayuntamiento de Pamplona, de ser los portadores de la imagen de nuestra Madre La Virgen Dolorosa en cuantas procesiones participe.

 

Según estudios recientes, los primeros datos que poseemos corresponden a una ejecución celebrada el 26 de enero de 1757, en la que se ejecutó a Ramón Pérez y María Caparroso, vecinos de Tudela. Y los últimos fueron el 23 de julio de 1957, cuando fueron ejecutados dos hermanos de Miranda de Arga por haber dado muerte a sus padres y un hermano.

 

La Hermandad de la Paz y Caridad estaba estrechamente relacionada con una Cofradía, más antigua que la nuestra, que realizaba unas acciones homogéneas y que nosotros complementamos. Esta Cofradía es la Vera Cruz de Pamplona. Algunos historiadores no han sabido distinguir y nos han tratado como si fuera todo la Vera Cruz.

 

La Cofradía de la Vera Cruz de Pamplona se fundó el 28 de marzo de 1628 en el convento del Carmen Calzado, cambiando su sede al convento de San Francisco (situado en lo que hoy son las Escuelas de San Francisco. Estaba compuesto por un Prior, que era elegido por un año, alternándose el cargo entre los tres Burgos de Pamplona, y ocho Mayordomos, dos por cada parroquia, que se elegían para dos años. Todos los nombramientos se realizaban el primer día de mayo. Ni el Prior ni los Mayordomos podían excusarse a prestar sus servicios.

 

La función de la Vera Cruz, consistía en que los Mayordomos, cada vez que había que ejecutar a un reo, dos de ellos atendían al reo en la Capilla, espiritualmente y en cuantas necesidades tenía, como las alimenticias, ejecutar últimas voluntades…y los seis restantes salían por los caminos y calles de la ciudad para pedir limosna con el fin de sufragar los pastos que dicho proceso originaba, como la comida, la cera de las hachas con las que se le acompañaba hasta el cadalso, el pago a los niños doctrinos (*), el sufragio de las misas por la salvación de su alma…etc.

 

(*).- Se les llamaba niños doctrinos a los niños acogidos en la Casa de la Doctrina, fundada en 1580 y que estaba situada en la calle Lindaquía . Eran niños huérfanos abandonados o de padres pobres, con edades entre 7 y 12 años. Acompañaban a los reos cantando las letanías de La Virgen, desde la Capilla de la cárcel hasta el cadalso. Posteriormente, en 1804, se fundó la Casa de la Inclusa, con los mismos fines, pero que acogía a los niños recién nacidos hasta los siete años.

 

La Hermandad de la Paz y Caridad, se creó con el fin cristiano y humanitario de acompañar a los reos en sus últimos días, desde que entraba en Capilla hasta una vez ejecutada la sentencia recoger el cadáver, amortajarlo y darle cristiana sepultura. A lo largo del tiempo, sobre todo con la extinción de la Vera Cruz, pasó a realizar la totalidad de las funciones. Los Hermanos de la Paz y Caridad iban entunicados.

 

La Cofradía de la Vera Cruz se disolvió en 1873, durante la República, cuando el Ayuntamiento dejó de apadrinarla.

 

En los siglos XVIII y XIV las ejecuciones seguían un proceso o ritual público. Cuando un reo entraba en Capilla, permanecía allí durante tres días, que era acompañado por dos Mayordomos de la Vera Cruz, que el Prior designaba. También lo acompañaban religiosos y confesores para asistirlo material y espiritualmente. No le faltaba de nada, todo cuanto pedía se le facilitaba, especialmente de comida. Para sufragar estos gastos otros seis Cofrades de la Vera Cruz salían por las calles para pedir limosna.

 

Era costumbre, dependía del delito, que un reo, además de ejecutarlo, tuviera una segunda pena, como cortarle una mano, arrojar su cuerpo al río, cortarle la cabeza o incluso descuartizarlo. En cualquier caso, los Hermanos de la Paz y Caridad debían hacerse con el cuerpo o lo que quedara, y enterrarlo. Si era tirado al río, se tenían que meter al mismo y sacarlo.

 

En la madrugada del tercer día, se celebraba una misa en la capilla por el eterno descanso del alma del reo a la que asistía y normalmente comulgaba, el propio reo.

 

Poco antes de la hora señalada para la marcha al patíbulo, el verdugo vestía al reo con túnica negra, o amarilla con motas rojas en caso de parricidio, le colocaba un escapulario y ponía un crucifijo en sus manos.

 

Abrían la marcha tres cofrades de la Vera Cruz, uno con una cruz y dos a sus lados con velas encendidas. Seguían los Niños Doctrinos, cantando las letanías de la Virgen y otros cantos religiosos. A continuación iba el pregonero, publicando en voz alta el delito cometido, luego el reo, unas veces a pie o a caballo y otras en carro, acompañado de los religiosos que le atendían y rezaban por él. Otro cofrade le iba ofreciendo bizcochos y vino. Cerraban la marcha los Hermanos de la Paz y Caridad, entunicados y con velas encendidas. Suenan mientras tanto las campanas de las tres parroquias –de San Saturnino, San Nicolás y San Lorenzo– a rogativas de pobre.

 

El recorrido que seguía la comitiva variaba en función del modo de ejecución; si era por horca llegaba hasta el Prado de San Roque (actualmente hacia la piscina de Larraina o comienzo de la calle San Roque, junto a la cárcel) y si era por garrote se quedaba en la Plaza de la Fruta (actual Plaza Consistorial).

 

Partía de la antigua cárcel –situada junto con el Consejo Real en la actual plaza de San Francisco–, y su puerta accedía al final de las Tecenderías, cerca de las Belenas (hoy calle Eslava) y seguía por calle Nueva, Plaza del Consejo, Zapatería, Pozoblanco, subía las escalerillas a la Plaza del Castillo, la cruzaba y bajaba por las escalerillas de la Bajada Javier a Estafeta, Mercaderes, Calceteros y entraban en la Plaza de la Fruta, actual Plaza del Ayuntamiento (aquí finalizaban los que iban a ser agarrotados); los ahorcados seguían por Calceteros, Zapatería, San Antón, Portal de la Taconera y Prado de San Roque, cerca del actual Club Larraina. Cuando el reo debía ser tirado al río, una vez ejecutado, continuaba el recorrido hasta el parque de la Biurdana, cerca del molino, si era ahorcado o al portal de la Rochapea, si era agarrotado.

 

Tras la ejecución, el reo quedaba en el patíbulo hasta las tres de la tarde. A esa hora el Prior de la Vera Cruz pedía permiso al tribunal para retirar el cadáver y enterrarlo. Obtenido el permiso, los Hermanos de la Paz y Caridad lo amortajaban y lo introducían en una sencilla caja mortuoria.

 

Y volvía a formarse otra vez la comitiva, en sentido contrario, La Vera Cruz, los Niños Doctrinos, los Hermanos de la Paz y Caridad, el muerto (normalmente a hombros de estos últimos) y los religiosos. Si la ejecución se había realizado en la plaza de la Fruta acudía el Cabildo de San Saturnino y si lo era en el Prado de San Roque, el de San Lorenzo, según jurisdicción de cada lugar.

 

A los ajusticiados se les enterraba en la iglesia de San Francisco –en la parte delantera de lo que hoy son las Escuelas de San Francisco.

 

Estos ajusticiamientos eran extremadamente concurridos, incluidos niños y mujeres. Se pensaba entonces que estas ejecuciones debían de servir de ejemplo de lo que no había que hacer. En 1885 y con ocasión de la ejecución del reo Toribio Eguía, está escrito que acudieron entre diez y doce mil personas, muchas de ellas venidas de fuera de Pamplona. En 1900 la población de Pamplona era 28.000 habitantes.

 

En 1840 pasaron a ser las ejecuciones en la Vuelta del Castillo, cerca de la Taconera y a partir de 1909, inaugurada la nueva cárcel de Pamplona, se realizaron dentro de los muros de la misma.

 

A partir de 1909, los enterramientos cambiaron al actual cementerio de San José de Pamplona.

 

Como queda dicho, en 1957 atendimos a los últimos reos ejecutados en Pamplona.

 

Que esta brevísima historia sirva de homenaje a todos aquellos Hermanos que humilde y anónimamente (iban entunicados) cumplieron tan ampliamente las obras de misericordia que Dios nos mandó. Tuvieron que ser buenos sicólogos para tratar al reo en sus últimos momentos y procurar de su arrepentimiento para a continuación confesarse y salvar su alma, con un estómago especial para recoger los restos que quedaban del reo descuartizado y meterlo en la caja mortuoria, ser fuertes físicamente para sacar del río el cadáver (en enero no creo que fuera muy agradable el hacerlo) y a continuación cargar con el féretro al hombro, desde lo que es hoy el parque de la Biurdana hasta la Iglesia de San Francisco, hoy Escuelas del mismo nombre.

 

“Roguemos a Dios para que no tengamos que volver a ejercer este servicio humanitario nunca más”.

 

Como complemento a esta nuestra inicial y principal actividad, en el año 1883, y con ocasión de que el Ayuntamiento de Pamplona encargó la creación de una nueva Imagen de la Virgen de Los Dolores “La Dolorosa”, como se le denomina cariñosamente, dicha entidad encargó a nuestra Hermandad que fuéramos los portadores de la misma, función que realizamos desde entonces a nuestros días, ininterrumpidamente, con la mayor devoción y orgullo.

 

Esta Hermandad ha sido siempre muy restringida, sólo ha estado compuesta por 20 Hermanos (en los años de la Guerra Civil Española, fueron 24). En el año 2007 se hicieron nuevos estatutos y se abrió a todo aquel cristiano amante de la Hermandad y de la Virgen Dolorosa.

 

Desde aquí queremos a animarte a que, si tienes dicho perfil, te unas a nosotros, seguro que serás bien acogido/a.

 

Por último recordar la frase que nuestros Hermanos decían a los reos y que tanto significado tiene, por eso es nuestro lema:

“TEN VALOR Y CONFIA EN DIOS”.