PREGÓN DE NAVIDAD

Del Hno. Prior de nuestra Hermandad, en la Trinidad de Arre (Navarra)

II PREGÓN DE NAVIDAD

Basílica de la Santísima Trinidad de Arre

Domingo 17 de diciembre de 2023

 

Por Eradio Ezpeleta Iturralde,

Prior de la Hermandad de la Paz y Caridad

 

Es un honor ser el pregonero de este año, la persona que anuncia la celebración de una festividad, y que ésta sea la Navidad.

Cuando me puse delante del ordenador para escribir este pregón no sabía por dónde empezar. Me coloqué delante el cartel anunciador y lo leí despacio, con calma, con pausa, quería meterme en el papel encomendado, de pregonero, y encontrar pronto la inspiración necesaria para cumplir con la encomienda que se me había dado. Sorprendentemente fue más fácil de lo que yo pensaba. Solo pude leer “II Pregón de la Navidad” … no conseguí leer nada más porque enseguida me atrapó la palabra Navidad, no me dejó seguir leyendo nada más del contenido del cartel.

La palabra N-A-V-I-D-A-D tiene siete letras que esconden todo el significado de lo que vamos a celebrar, de lo que ya estamos celebrando. Estamos en tiempo de Adviento, en tiempo de espera, de algo que va a suceder y que a los cristianos nos ilusiona, nos da alegría y nos carga de energía renovadora cada año. ¿De qué se trata?

Siete letras, decía, llenas de sentido una tras otra. Sólo tenemos que leerlas con fe y con esperanza, con una mirada tan limpia como la de los niños, dejar de lado lo meramente estético de cada una de ellas y ahondar en el significado verdadero de cada letra que consiguen unirse en esta poderosa palabra que es NAVIDAD.

Si miramos fijamente a la primera letra, a la N, podemos leer dentro de ella la palabra NACIMIENTO y también NATIVIDAD. Es el anuncio de que alguien va a nacer y lo que llevamos celebrando desde el inicio del Adviento, el tiempo de preparación al acontecimiento que se producirá en la Nochebuena. Sabemos que María está en cinta y que va a tener a un hijo, al que llamará Jesús, y estamos contentos por ello. De la misma manera que nos alegramos y nos contagiamos de su ilusión cuando en nuestra familia o entorno más cercano alguien nos comunica que está embarazada y va a traer una nueva vida a este mundo, de la misma manera los cristianos tenemos que vivir estos días. Se tiene que notar nuestra alegría y nuestro cariño con los nuevos padres.

La segunda letra, la A, nos lleva a ver en su interior otra palabra de mucha fuerza, AMOR. El amor entre quienes van a tener un hijo (José y María) y que han dado su confianza plena para algo que no saben del todo qué va a ser.

Cuando se hacen las cosas con amor, no se pregunta, no se cuestiona, no se duda… se hace y se confía… así lo hace María, así lo acepta José. Desde el amor no nos importa saber el porqué, ni el para qué, ni el cómo, ni el dónde… y si además ese amor es para nosotros… aún menos.

NAVIDAD… NAVIDAD… que bonita palabra tan llena de sentido… ¡y solo llevamos dos letras!

La tercera letra es la V, V de VIDA. Es lo que va a suceder, llega una nueva vida. Un nacimiento con amor es crear una Vida verdadera, llena de sentido y, en nuestro caso, llena de contenido. Nosotros sí sabemos para qué llega el Niño y si lo sabemos tenemos que llenar de contenido nuestra vida dándole el sentido cristiano que todo esto conlleva.

La letra I, la cuarta letra de nuestra gran palabra, esconde la ILUSIÓN por esta nueva vida que ha nacido del amor. Y esta ilusión crea sentimientos de saber que lo que está pasando es para algo, y que nos va a ser muy útil. Pero la ilusión no puede ensombrecer ni tapar el verdadero significado de la Navidad, la I, la ilusión no tiene que ponerse por delante de las otras letras, ya no leeríamos la palabra Navidad, se perdería el sentido y crearíamos algo que nada tendría que ver con nuestra celebración.

NAVIDAD… NAVIDAD… qué bonita palabra tan llena de sentido… ¡y aún nos faltan tres letras más!

La quinta letra, (¡dicen que no hay quinto malo! veamos…), la D, incluye el precioso servicio de la DONACIÓN, del darse a los demás. Que grandeza la vida que nace del Amor y con toda la Ilusión se da a los demás. Es la entrega a los demás sin condiciones. María y José lo saben desde el principio. Su Hijo nacerá para hacer la voluntad del Padre, nacerá para los demás, nacerá para traernos la esperanza y la paz al mundo. ¡Que gozada es ser cristiano! ¿no? Sin altruismo, sin generosidad, o esperando algo a cambio, se pierde el sentido y la grandeza de la Navidad, convirtiéndola así en una fiesta meramente consumista y también egoísta.

La segunda letra A, que es la sexta de nuestra gran palabra, refleja con claridad la ACEPTACIÓN de todo lo anterior. De lo que les va a pasar a José y a María. “Hágase en mí según tu palabra”. Es la historia del sí de José y del sí de María. También es la A de la ALEGRÍA. José y María están alegres, están contentos porque se fían de Dios y saben que no están solos. Nosotros debemos aceptar la Navidad tal y como es, no debemos aceptar las falsas navidades que nos presentan otro tipo de intereses. Tenemos que ser valientes y auténticos y vencer las llamadas a vivir unas falsas navidades llenas de descuentos, personajes mitológicos, compras compulsivas o alegrías provocadas artificialmente.

NAVIDAD… NAVIDAD… qué bonita palabra tan llena de sentido… ¡vamos a por la última letra!

Esta letra es la D final, es la guinda del pastel. Si la primera letra, la N, nos anunciaba el nacimiento de un hijo, esta D final es el inicio del nombre de DIOS. Sí, nace Dios, principio y final de la palabra Navidad, el alfa y el omega del sentido de la Navidad, de lo que estamos celebrando. Es el Niño-Dios que Nace (1) desde el Amor (2) creándose así una Vida (3) que nos llena de Ilusión (4) y que Dándose (5) a los demás, Aceptando (6) el sentido de esa vida, nos lleva hasta Dios (7). Las siete letras de la Navidad.

NAVIDAD… NAVIDAD… esto es la NAVIDAD… qué bonita palabra tan llena de sentido…

Que grandeza de palabra, ¿verdad? NAVIDAD. La miremos como la miremos no deja de sorprendernos.

Es que si la leemos al revés también nos da un mensaje claro…DADIVA-N. La navidad es una dádiva, algo que se da gratuitamente, un regalo que Dios nos hace a Nosotros.

NAVIDAD… NAVIDAD… ¡VIVA LA NAVIDAD!

Los cristianos celebramos la NAVIDAD, no celebramos la fiesta del pino adornado con bolitas brillantes y espumillón, ni tampoco la fiesta de diciembre, la llegada del invierno o la vuelta a casa de nuestros familiares, por Navidad.

Los cristianos no celebramos estos días la llegada de ese buen señor llamado Papa Noel, ni la del carbonero Olentzero, ni las rebajas comerciales, ni tampoco unas jornadas culinarias de diciembre ni una cata de vinos y licores.

Celebramos la NA-VI-DAD. El nacimiento de Dios, que viene para salvarnos. ¡Que nos quede claro!, ¡que les quede claro a todos!

Eso sí, si partiendo de esto, quien quiera celebrarlo también, poniendo un bonito pino en su casa, alegrarse porque en estas fechas se reúne toda la familia, incluidos los que viven fuera, celebrar el frio que hace en invierno o la llegada de Olentzero… ¡adelante!… viva la alegría, el reencuentro y la ilusión… siempre que todo ello sea complemento a la verdadera NAVIDAD.

Pero también hay quien dice que no existe la Navidad, que eso es un cuento, que esto del nacimiento del Niño Dios es más una sugestión que otra cosa. Vamos, que es un invento de unos cuantos chalados que han sabido engañar a muchas personas. Esto no es algo lejano para nosotros. En cuántas de nuestras casas compartimos momentos de encuentro en estas fechas con gente así, de nuestra propia familia.

Hace unos días escuché una conversación entre una periodista escéptica, posiblemente atea, que no quería saber nada de todo esto y que no se creía ningún tipo de argumento que se le diera, con un creyente al que le pedía que le presentara a Jesús, que le diera alguna razón para cambiar de opinión.

El creyente, con toda calma y seguridad, le deja, en primer lugar, clara la posición de cada uno de ellos. Le dice a la periodista: tú no crees en nada, tú no crees en Dios, tú no crees que hay salvación, tu no crees que hay cielo, tú no crees que hay vida eterna, tú no crees en nada… pero yo sí creo… Te voy a hacer una apuesta solo a modo de ilustración.

Vamos a decir que tú tienes razón, que cuando termina nuestra vida descubrimos que no había Dios, que no había cielo, que no había una tierra nueva, que no había nada… que tú tenías razón y yo estaba equivocado… Y a continuación le dice: Ahora dime, si no hay nada, ¿qué perdí yo?… Pues nada, porque nada existe.

Pero ahora vamos a pensar que yo tengo razón, que se termina nuestra vida y sí hay Dios, sí hay cielo, sí existe una tierra nueva, sí existe la vida eterna y sí hay salvación… ¿qué perdiste tú?, le pregunta a la periodista… Todo, perdiste todo eso… Entonces hasta por lógica es mejor creer en Dios.

¿Y cuál debe ser nuestra actitud ante esta realidad? Actuar con naturalidad y no renunciar a lo que creemos, al sentido que tiene para nosotros la Navidad. Hagamos pequeños gestos, pero llenos de significado. Antes de cualquier comida o cena, bendigamos la mesa recordando lo que estamos celebrando (todos sabemos esa bendición “el Niño Jesús que ha nacido en Belén, bendiga la mesa y a nosotros también”), recemos un padrenuestro y un ave maría por los que ya se fueron y por los que no nos han podido acompañar, o cantemos un villancico. Hagamos presente a la Navidad sin complejos, sin ninguna vergüenza, sintiendo orgullo de lo que estamos celebrando y compartiéndola con los demás, crean o no crean en ella.

Hablando de villancicos, y como a continuación disfrutaremos de un concierto con alguno de ellos, me vienen a la memoria dos frases que os quiero compartir. La primera es de San Agustín: “Quien canta, reza dos veces”. La segunda es un arreglo a una jota popular navarra: “Dicen que dijo el juglar, pueblo que canta no muere, y si es verdad lo que dijo, (Navarra) la Navidad no morirá.”

Mantengamos las tradiciones y recordemos así a los que nos han precedido, nuestros abuelos y nuestros padres. Los hijos de hoy, seremos los padres y abuelos de mañana.

Bendigamos la mesa, cantemos villancicos, expliquemos qué es para nosotros la Navidad, disfrutemos alrededor de una mesa con nuestras familias y amigos, decoremos bien la casa y pongamos un belén en el que podamos adorar, como hicieron los pastores y los Reyes Magos, al Niño Dios.

No puedo dejar pasar la oportunidad que me da ser pregonero aquí, en la Basílica de la Trinidad de Arre, para referirme a la Santísima Trinidad como dogma central sobre la naturaleza de Dios que afirma que Dios es un ser único en tres personas distintas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

La NAVIDAD es otra trinidad, en este caso entre María, José y el Niño-Dios. El Padre, José. El Hijo, el Niño que nace. Y el Espíritu Santo que está en María. Qué bonita coincidencia para pregonar la Navidad.

Finalmente, permitidme un recuerdo muy especial a María, la Virgen Madre, la Virgen Dolorosa, advocación de la Hermandad de la Paz y Caridad que presido y de la que soy su Prior. Que grande es María que dio a luz a su Hijo en un pesebre y después lo dio por todos nosotros en la Cruz.

NAVIDAD… NAVIDAD… qué bonita palabra tan llena de sentido…

¡VIVA LA NAVIDAD!

 

¡FELIZ N-A-V-I-D-A-D A TODOS Y A TODAS!

EGUBERRI ON